
Por
un lado, me parece imprescindible que cualquier docente conozca y domine la
materia que desempeña. Además, sobre todo en los educadores y maestros, pienso
que es necesario e imprescindible que estos, sepan cómo piensa el niño, como
siente, cómo se desarrolla… Es decir, es necesario que los maestros y educadores conozcan el
desarrollo afectivo, social, cognitivo, motor… En nuestro caso, la etapa 0-6
años, ya que es fundamental para poder potenciarlo o detectar posibles
carencias y poder intervenir si fuese necesario.
Por
otro lado, creo que como bien dice la frase “educar es más difícil que enseñar”,
no basta con dominar la materia a desempeñar, si no, saber adaptarnos a cada
niño (no en global como clase, si no a cada uno), darle herramientas para que
en un futuro sepa plantearse sus objetivos y metas, a conocerse a sí mismo, que
“aprenda a aprender”, debemos entregarnos a los alumnos, crear un ambiente
positivo, ser modelo… Además, creo que lo más importante son los alumnos, por
lo que también será fundamental colaborar con las familias, trabajar
conjuntamente.
En
definitiva, para poder educar además de saber enseñar, necesitamos sabernos
como personas y como dice Carlos Cardona en Ética
del que hacer educativo, pág. 38, “El
amor al otro en cuanto otro es la fuente, el alma y la norma de toda acción educativa. Sin amor no
es posible educar. Todos tenemos experiencia de esto: nos resistimos a ser
educados por quien no nos quiere”.
Os aconsejamos leer el siguiente libro: “El cerebro del niño” de Daniel J. Siegel. Ya que, nos habla de cómo está formado el cerebro
y sobre su maduración. Además, nos habla del desarrollo emocional e intelectual y nos
da estrategias para diferentes situaciones cotidianas que puedan ocurrir y como
enfrentarnos a ellas.
Una expresión que sintetiza y humaniza para trabajar más y mejor por la educación de nuestros hijos biológicos y los guiados pedagógicamente.
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